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Este material ha sido revisado y rectificado por la Escuela de las Leyes Biológicas en cuanto a contenido técnico, vocabulario y forma. Lista de artículos:1. La caza del culpable frente a la muerte.
A partir de mi experiencia con un diagnostico "tumoral", comencé a darme cuenta de que muchas personas que gozaban de buena salud y vitalidad se pusieron mal solo después de haber recibido un diagnóstico definitivo y no antes. Repentinamente se desplomaban sobre sí mismos en un colapso psicofísico no justificado por un fibroma uterino, por un nódulo en un pulmón o por una dificultad motora en un brazo o una pierna. En la consulta individual pude conocer también personas que, confiando en el "poder curativo de la quimioterapia", habían soportado todos los pesados efectos colaterales con entereza y participación activa, sin embargo, se desplomaron cuando les fue comunicado que los resultados no eran lo satisfactorio que se esperaba, porque la masa de 6 cm del páncreas (con la cual había vivido bien hasta ese momento) no se había reducido como se esperaba y entonces: "no queda nada más que hacer". Desafortunadamente, esta frase tiene un gran poder hipnótico que sugestiona a la persona a creer que es su cuerpo el que no puede hacer nada (como sí pudo hasta el momento antes del diagnóstico) en vez de considerar que es la medicina la que está "terminal" en el sentido de no tener otra cosa para ofrecer. Abrumados por el pánico y con la sensación de no tener tiempo, nos proyectamos en un nefasto e ineludible futuro como si estuviese escrito y programado porque nos han dicho que estamos gravemente "enfermos" y no hay tiempo que perder. Una reacción comprensible debido al miedo de estar en serio peligro de muerte, pero, ¿por qué justo en ese momento se comienza a estar mal? No es la quimioterapia, la terapia invasiva, el sobrediagnóstico, el encarnizamiento terapéutico; no son las metástasis, ni tantos otros factores externos que hacen morir a una persona diagnosticada "enferma". Son los ingredientes internos: el miedo, la pérdida, el no tener vía de salida. Estas percepciones son disparadores de una serie de reacciones biológicas en cascada (retención de líquido, aceleración metabólica, procesos bien conocidos en el ámbito de las 5 Leyes Biológicas) que llevan al organismo a consumirse y a empeorar el cuadro clínico, incluso en un tiempo muy breve (la así llamada "enfermedad fulminante"). Son muchísimos los casos de "incidentalomas" ("tumores" encontrados en estudios ocasionales o preventivos) en personas completamente sanas, de forma que cuando se les diagnostica un "cáncer" en pocas semanas se les acerca el final de la vida. No son en absoluto raros. El cuerpo y la psique están aterrorizados de ese escenario que en realidad puede no pertenecerme en absoluto, desencadenando la hipnosis y el colapso físico. Si hoy no me pueden decir cómo y porqué mi cuerpo desarrolló un "tumor" (etiología personalizada), ¿cómo pueden estar seguros de tener la "cura" justa para mi caso específico? (terapia personalizada). ¿Cómo pueden estar seguros entonces de que si no sigo con sus indicaciones, no sobreviviré, cuando al mismo tiempo, si sigo con sus indicaciones no me garantizan que voy a sobrevivir? La medicina no da ninguna certeza, ni de etiología, ni de terapia y los hombres de ciencia lo saben y lo dicen. La medicina se basa en recomendaciones construidas en base a dinámicas de población y no sobre el individuo en particular; sin embargo, no por esto es justo y sensato encarnizarse contra los médicos con la presunción de que "quieren hacernos mal", pretendiendo enseñarles una verdad diferente. En este caso es legítimo que tengan una reacción de defensa (reforzando la medicina defensiva). Si nos ponemos verdaderamente en el lugar de ellos, veríamos su posición con otros ojos: descubriríamos personas y no médicos, que con lo que saben están haciendo lo mejor que pueden.
Del mismo modo que es insensato para el bien de alguien que un médico lo culpe por su elección terapéutica. Ninguno de allá afuera es culpable de cómo estamos o nos sentimos, de nuestro destino, vida o muerte. La creencia más fuerte a la que nos adherimos construye la realidad en la que vivimos, como un abrigo que nos cosen a la medida y que nadie más puede ponerse. No es el momento de buscar afuera los culpables, verdaderos o presuntos. Acusar a un "sistema" de afuera, que nunca le va a hacer bien a todos, consume inútilmente energía, tiempo y recursos que podríamos usar para explotar al máximo lo que tiene de bueno y que puede ser muy útil en algún momento (guardia de emergencia, intervención quirúrgica, medicamentos sintomáticos). A veces podemos estar tan ciegos por querer oponernos, identificándonos con el rol de "víctima del sistema", que no vemos las cosas que pueden sernos funcionales, favorecernos y hasta salvarnos la vida. Puede que el no ocuparnos de nosotros sea un modo de dejarnos morir lentamente, porque en el fondo no tenemos un buen motivo para permanecer aquí. Incluso, la elección de irnos es respetable, pero esta es otra historia que amerita un espacio propio. Seamos curiosos, busquemos la fuente, el origen, los hechos concretos, la EVIDENCIA, como lo haría un meticuloso detective.
La responsabilidad de informarnos y de discernir es solo nuestra. Vale tanto en la medicina como en cualquier otro ámbito de nuestra vida, Existe tanta información, pero la facultad de discernimiento, indispensable para superar cualquier crisis, nos llega solo con un HONESTO autoanálisis. Las Leyes Biológicas nos dicen que eso que obstinadamente llamamos "enfermedad" en realidad es un Programa de Supervivencia que ha funcionado por millones de años. Todo el resto lo hace nuestro sistema de creencias. ¡Buena investigación y verificación a todos!
Si de un lado están todos a favor de la medicación, del otro están todos en contra. Si el primer fundamentalismo puede ser a menudo ciego, el segundo es devastante. El "bioterrorismo" (aquel del "todo natural", lejos de los fármacos y "cuidado con llamar a un médico") está causando un daño inconmensurable aún no cuantificado hoy. Seguido a cualquier regla de conducta que se dé, a menudo dictada por un rechazo a algo, el resultado seguro que se puede obtener es el de quedar separado del resto del mundo y de tener negado el acceso a nuestros propios recursos. Como pasa cuando se da una regla estricta en la dieta, fracturando al mundo en alimentos buenos y malos, así sucede con los medicamentos, partidos en 2 por sustancias buenas y malas o terapias buenas y malas. No se toma en consideración nunca al sujeto que vive esa experiencia, en aquel preciso momento de su vida, en aquel contexto particular que es siempre diferente y variable, incluso en el mismo sujeto. Es así que no pueden existir alimentos buenos o malos, terapias buenas o malas, medicamentos buenos o malos, sino simplemente cosas que pueden tener un efecto de un cierto tipo en esa precisa persona en aquel preciso momento de su vida. Sobre los medicamentos buenos y malos podemos decir lo mismo: la medicina sintética no es necesariamente peor que el remedio natural como la hierba del bosque y viceversa: ambos tienen un efecto sobre el organismo que puede ser útil para sostener un proceso y al mismo tiempo pueden ser un veneno que el cuerpo sabe de qué manera gestionar y eliminar. La Medicina Oficial y la "alternativa" tienen, cada una a su manera, experiencia y eficacia en la reducción de los síntomas y a fin de cuentas la gestión de la urgencia es igual para ambas. Luego de que los síntomas más graves y debilitantes son atendidos, el conocimiento de las leyes que gobiernan los procesos biológicos puede ser importante para ayudar al organismo a completar su trabajo de recuperación. De esto se trata: acompañar el proceso natural de restitución. Si se conoce el proceso en curso sobre la curva bifásica del SBS, se puede intervenir cuando es necesario con la precisión y el apoyo del médico de confianza, con todas las sustancias disponibles, sean sintéticas o naturales, sin prejuicios y sin ser presa del pánico; en cambio, se considera el conocimiento de las 5 Leyes Biológicas como una facción opuesta a la medicina o a la farmacología, circunstancia que lleva a la persona a casarse con una idea y a oponerse con todo su ser a la otra. "Yo no voy al médico", "no tomo medicamentos", "los médicos todos son charlatanes" son sentencias con las cuales la persona queda atada de pies y manos, aislada e impedida de tener acceso cuando es necesario, especialmente en la urgencia, a una asistencia que puede ayudarla. Permitir al cuerpo completar el proceso natural de restitución es lo que hacen todas las terapias cuando son eficaces. Si tomamos un síntoma para las terapias conocidas, todas podrán decir que la han "curado" por lo menos una vez a lo largo de su carrera. Todos lo podrán decir, incluso con tratamientos que pueden ser totalmente opuestos, desde digitopuntura, homeopatía, acupuntura hasta la medicina alopática. Incluso, enemigos antiéticos podrán demostrarnos que lo han logrado. ¿Cómo es posible? Es posible simplemente porque no es la intervención externa la que hace el trabajo, sino los mecanismos biológicos diseñados por la evolución de la naturaleza para hacerlo, con el preciso fin de preservar la vida. Así, secundándonos en la curva bifásica de la 2.ª Ley Biológica (una ley natural experimentable en el 100 % de los casos como la Ley de la Gravedad sobre la Tierra), cada uno puede permitirse de pedirle al médico la intervención para sí mismo que le permita sentirse más seguro.
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